Todo el mundo tiene una ideología: más o menos definida, más o menos coherente, más o menos (a veces nada) "etiquetable":
Una de las actitudes más imperdonables en la actividad política es la incoherencia. Decir una cosa y hacer otra, es un ejercicio de travestismo político que denigra al que lo hace, con independencia de si el resultado de la farsa le es favorable. Hoy que en la opinión pública, sobre sobre todo la de los jóvenes, cala con profundidad la idea de que la política es una actividad nefasta y que todos los políticos son igual de ineptos y corruptos, la incoherencia es posiblemente la prueba del nueve de que esa opinión es verdad.